La película “Mi familia- the kids are all right” me suscitó una serie de interrogantes y reflexiones cercanos al tema de las próximas Jornadas. Sobre todo en el punto en que se invita a considerar la decadencia del orden simbólico preexistente y sus incidencias en las nuevas generaciones. Se trata de una pareja de lesbianas que han tenido dos hijos (una niña y un varón) por inseminación artificial. Al llegar a la adolescencia el varón pide a su hermana de 18 años que lo ayude a averiguar quién ha sido el donador de esperma. Se conocen y surge un vínculo afectivo, de interesantes aristas entre los personajes. Los adolescentes lo toman como padre, y él gustosamente va a ese lugar. Hasta que seduce y se acuesta con la “madre biológica” (los niños le dicen mamá a ambas mujeres) lo cual lo convierte en el peor de los intrusos. La familia se abroquela frente al invasor. (En este punto el argumento me resultó bastante conservador: la “sagrada familia norteamericana” pero homosexual)
Recordé la frase de Lacan del Seminario 17 “Sólo hay un único padre real, es el espermatozoide”, que más allá de sus resonancias irónicas, es muy interesante de estudiar. ¿No busca acaso el muchacho de la película que el dador de esperma entre en relación con el deseo? ¿No busca identificarse con él en tanto su genitor y en tanto hombre? No parece en este caso haber fracasado la función paterna, pero plantea la pregunta acerca de lo real en juego y de la disyunción del padre real y la función simbólica.
Sabemos que el inconsciente tiende a restablecer la creencia en el padre, vía el síntoma, aún en los casos de “carencia paterna”. Suplencias al Nombre del Padre, primacía de lo simbólico. Pero ¿qué sucede a nivel del padre real? Es importante ubicar en cada caso cómo y qué produce el anudamientro entre los tres registros y preguntarnos si es sólo la decadencia de lo simbólico lo que produce síntomas ligados a un retorno de goce pulsional .
Intentaré retomar estas consideraciones con un caso de mi práctica en el contexto de las Jornadas de la Escuela.
Gabriela Basz