viernes, 1 de octubre de 2010

Responder ante el superyó, no es sin el acto del analista






 J.-A. Miller en Comandatuba señalaba que en algunos casos,  “Hay que poner el cuerpo para llevar la interpretación a la potencia del síntoma”.(1)
 
Las intervenciones del analista  hacen inconsistir  lo segregativo del  goce en el dispositivo analítico. La posición del analista se juega al correr un riesgo con su acto.
Los síntomas de la época hacen  fracasar el enlace a lo simbólico cuando el Nombre del Padre, no nombra desde el amor. ¿ Cómo se tocan los semblantes del analista en ese punto de descreencia del  amor de transferencia?
¿Qué son los hechos en la vida de un sujeto, cuando no ha operado el Nombre del padre?.
“El führer no es el Nombre del Padre –puntualizaba  M. H. Brousse en Paris en el brainstorming day hacia el 2012–; interrogar ese poder oscuro del superyó  y su manera de actuar en el psiquismo,  el S1 del discurso del amo es el yo, es lo gozado, imperativo de goce contra las leyes de la palabra, es la época de los inquisidores, desvalorizan el decir”
Un  joven se queja: “Mi padre me trata como un nazi,  es el führer; me apuntó con un arma, me prohíbe que fume marihuana; y fumo porque sino lo mato”.
Este joven  con su queja toca una verdad que aún no escucha. El hermano, le confía que es gay; el paciente lo golpea,  “prefiero matarlo antes que tener un hermano gay”.
La analista interviene –quejarse, enfurecerse, con eso mismo que él repite–.
Irrumpe en la transferencia el  goce negado por el sujeto,  vacilan los simulacros que lo velaban;  con furia acusa al analista; “¡Esto no sirve para nada!, ¡hace más de un año que vengo! ¡esto no funciona!”.
La analista,  levantándose, le devuelve su propio mensaje invertido: “Así es, esto así no funciona, hasta acá llegamos”. “¡Cuando se ha pasado la raya ya no hay límites!”(2)

La transferencia negativa y su empuje al cinismo, banaliza la palabra;  no dejar caer al sujeto, pero al mismo tiempo ubicar un límite de la buena manera; no es sin el acto del analista.  Acotar ese pathos que fija al sujeto a la dictadura de un goce que le retorna  de un Otro que no existe;  implicará  localizar en sus dichos, la alteridad que desconoce el yo en los hechos. 
El  superyó, voz insensata de un imperativo moralizante,  justifica en este joven  la excepción de su lado.  Lo que él se permite sin limites; lo prohíbe y castiga en el otro.
La palabra queda  aspirada en ese pegoteo de lo  imaginario y lo real; empuje al acting out que ataca los semblantes.  
El analista  opera con lo simbólico, se sirve del semblante que acompaña a este sujeto en una inscripción precaria del no-todo está permitido;  a partir de la entrada  en transferencia negativa, se hizo necesario una separación que incluya un tercero; el nombre de un colega, portador del Significante que reconoce como autoridad. Referencia un lazo a la vida  y a los cuidados, que desde niño requirió por su salud; ese significante hace posible otro lugar  de la palabra, que escucha  sin denostar.
Otro plano se abre para no dejar caer la transferencia positiva; acepta a este colega psiquiatra que interviene frente a los excesos del cuerpo que maltrata, y de la palabra que allí se va anudando.
 Esta estrategia se fue articulando paso a paso, y conjuntamente con este profesional; incluyó responsabilizar a estos padres en otras decisiones que se empezaron a tomar.   
El sujeto encontró en el espacio de la relación analítica, una alternativa; que no fijó su palabra al goce sentido  del circuito pulsional, que va y vuelve sin salida en la prohibición;  al mismo tiempo, se inscribió una pérdida de goce al ser confrontado, con su propio decir, no negativizado ; Tú lo has dicho ,¡esto así no funciona!., despojado de un juicio moral, pero no del alcance de sus consecuencias que abría que asumir .
El acting que tocó la transferencia,  mediante el acto del analista, devino en un menos que se hizo operable como regulador de esa nueva posibilidad, ahora anudada a un Significante que posibilita en él libidinizar la función de un padre que cuida, reconocido en la palabra y en una contención con la que cuenta.
Los efectos pacificantes en el sujeto, hasta hoy;  así parecen indicarlo, y la posibilidad de volver a visitar a la analista más adelante, quedó abierta. 
 
(1) Jacques-Alain Miller; “Una fantasía”, Lacaniana N° 3;Publicación EOL.Agosto 2005.
(2) Jacques Lacan, “Atolondradicho,” Escansión 1, Ornicar; publicación psicoanalítica,  Ed.Paidos. Año l984. nota a pie de página (29),pág.68.


Norah Pérez
(EOL Sección Santa Fe)