sábado, 9 de octubre de 2010

"Mi familia"


La película “Mi familia- the kids are all right” me suscitó una serie de interrogantes y reflexiones cercanos al tema de las próximas Jornadas. Sobre todo en el punto en que se invita a considerar la decadencia del orden simbólico preexistente y sus incidencias en las nuevas generaciones. Se trata de una pareja de lesbianas que han tenido dos hijos (una niña y un varón) por inseminación artificial. Al llegar a la adolescencia el varón pide a su hermana de 18 años que lo ayude a averiguar quién ha sido el donador de esperma. Se conocen y surge un vínculo afectivo, de interesantes aristas entre los personajes. Los adolescentes lo toman como padre, y él gustosamente va a ese lugar. Hasta que seduce y se acuesta con la “madre biológica” (los niños le dicen mamá a ambas mujeres) lo cual lo convierte en el peor de los intrusos. La familia se abroquela frente al invasor. (En este punto el argumento me resultó bastante conservador: la “sagrada familia norteamericana” pero homosexual)
Recordé  la frase de Lacan del Seminario 17 “Sólo hay un único padre real, es el espermatozoide”, que más allá de sus resonancias irónicas, es muy interesante de estudiar. ¿No busca acaso el muchacho de la película que el dador de esperma entre en relación con el deseo? ¿No busca identificarse con él en tanto su genitor y en tanto hombre? No parece en este caso haber fracasado la función paterna, pero plantea la pregunta acerca de lo real en juego y de la disyunción del padre real y la función simbólica.
Sabemos que el inconsciente tiende a restablecer la creencia en el padre, vía el síntoma,  aún en los casos de “carencia paterna”. Suplencias al Nombre del Padre, primacía de lo simbólico. Pero ¿qué sucede a nivel del padre real? Es importante ubicar en cada caso cómo y qué produce el anudamientro entre los tres registros y preguntarnos si es sólo la decadencia de lo simbólico lo que produce  síntomas ligados a un retorno de goce pulsional .
 Intentaré retomar estas consideraciones con un caso de mi práctica en el contexto de las Jornadas de la Escuela. 

Gabriela Basz

Amar no es sin errar, 2

Me gusta mucho lo vivo de este Caldero, que anima las cuestiones  urgentes que nos presenta la clínica. No son  ajenas a lo que el último Lacan  halló en las referencias antiguas, tanto en las medievales, como en las que remiten al Renacimiento.  
Tomo el aporte de Claudia Lázaro: ¿Cierre, o rechazo del inconsciente?  Ahí parece presentarse “ese agujero duro y real” del  que habló Juanqui Indart. La chica “no logra  aferrarse a los recursos del psicoanálisis”. “Significación pobre pero no bizzarra”. “No hay síntoma.” ¿Puede el psicoanálisis prestarle algún significante…?  Quizás “prestarle  significantes”  podría situarse con lo dicho por Roberto Ileyassoff: “la pluralización de los Nombres del Padre nos obliga a reconsiderar el lazo transferencial”, y con lo dicho por Juanqui sobre la “inventiva en los consultorios”.
 Lacan anticipa la práctica analítica en los tiempos de la rata en el laberinto,  tiempos en los que una señora rata escribió: “soy la empleada nº 23 de Telecom que se suicida”, y pasó al acto. La  “unidad ratera, cuyo ser es uno con su cuerpo”,[1] es el individuo aristotélico, sin inconsciente, metido en los laberintos del discurso de la ciencia “que no le debe nada a los presupuestos del alma antigua.” El alma antigua sabía del amor. Unos, los creyentes y los místicos, amaban al Ser Supremo. Otros amaban a la dama inaccesible, como si supieran de dos modos de gozar: el que es atraído por el objeto del fantasma, y el Otro goce, el de ella, -objeto de deseo-, nunca toda ahí donde se creía encontrarla.[2] Mística y  poética en las que el acontecimiento-amor  prepara el lugar del inconsciente. 
 El  Lacan de  Aún, dice Jacques-Alain Miller, cree que el amor “puede mediar entre los uno-completamente-solo de la época”. Pero ¿qué amor?  “El juego apasionante” de un amor con  reglas,[3] posible si se afronta su raíz de imposible, lejos de los espejismos.

Carmen González Táboas


[1] En Aún, p. 169
[2] En el siglo XV, Pontus de Tyard pensó que el desencuentro era inevitable. No así Petrarca en el siglo XIV.
[3] Lacan, Jacques, Seminario 21, inédito (12/3/1974)

Reseña de las preguntas de Noche de las Jornadas

G. Aksman: A partir de las presentaciones, Gloria recuerda el título del artículo de E. Laurent de Virtualia 21, “Las fallas entre el cielo y la tierra. Consecuencias para la dirección de la cura”. Desde ahí toma la cuestión de la transferencia y se pregunta qué entendemos cuando decimos los analistas que estamos en posición de “alojar”?
En ese sentido invita a un tiempo de comprender, antes de pensar en el rechazo del inconciente.

G. Arenas: En relación a “alojar” a los pacientes. Recordó lo que Miller decía respecto del síndrome Otaku, en relación a la parafernalia de significantes sueltos que son todos iguales. Reflexiona sobre el hecho de que muchas veces nos encontramos con pacientes complicados para la transferencia y la apertura del inconciente. Propone pensar que faltan las representaciones hiperintensas de las que hablaba Freud y no hay ningún significante que tenga un peso distinto a los demás, que haga de ancla, de sujeción. Destaca que en algunas ocasiones el análisis, al recortar algún significante, permite empezar a condensar un poco de goce alrededor de alguno. El NP es un significante de peso, pero a veces no se cuenta con él. Concluye afirmando que hay inventar algún significante que cobre peso.

J. C. Indart: En relación a la apertura/cierre o rechazo del inconciente, nos recuerda que el cierre sucede en los seres parlantes en los que se ha constituido la represión como solución a la deriva significante. En este sentido, plantea que es un dato clínico a considerar la aparición de recuerdos, en el sentido de pensar si se tratan o no de un levantamiento de la represión, en estos casos que plantean tantas dificultades.

E. Sinatra: Nos sitúa, en la política de estas noches, en el problema de la tensión que hay entre el florilegio teórico versus nuestra capacidad frente al vacío, duro, central de la experiencia.

Mazzuca: No reconocer la neurosis no nos autoriza a diagnosticar psicosis. En relación a una de las viñetas plantea si no nos ponemos exigentes a buscar el fenómeno elemental y destaca que el uso del lenguaje que hace un sujeto puede responder a la identificación imaginaria que compensa el Edipo ausente y en ese sentido conviene respetar el recurso, que tiene sus efectos.

Bernadette Houssay