Con la primera respuesta de Ileyassoff ya tenemos algo dentro de El Caldero de las Jornadas. Eso se agradece mucho porque a ese Caldero lo tenemos sobre fuego fuerte y sostenido (no hay tanto tiempo hasta diciembre). Ya vendrán más ingredientes, y esta metáfora precisa mi manera personal de ‘moderar’. Para mí, a todo lo que caiga en el Caldero de las Jornadas hay que sacarle su propio jugo, porque mi único temor es que se queme, y no va conmigo salvar las cosas de manera aguachenta. No se trata, entonces, de polemizar con una u otra expresión de textos breves, sino de exprimir el planteo general. Desde este punto de vista me parece que Ileyasoff subraya más lo que debería o podría ser recurso frente a los excesos de goce viniendo de la doctrina que la consideración de la realidad efectiva a la que nos enfrentamos, y que el argumento de las Jornadas toma como referencia. Creo que es por eso que la respuesta insiste en la función del padre como recurso para: unir el deseo a la ley, lograr satisfacciones sustitutivas (lo que supone represión), anudar un amor ejercitable en tanto abierto por algún lado a algo más que su encierro narcisístico. Así, por un lado, se descartan los recursos a instrucciones y prohibiciones a secas, lo que está muy bien, porque no son ingredientes de nuestra orientación ni de nuestro Caldero. Pero, por el otro, esta línea de respuesta supone extremar la argumentación para hacer de la posición del analista un relevo de una función paterna ultra esclarecida. Habrá que ver en qué casos esto puede verificarse.
Mientras tanto, la realidad efectiva a la que me refería nos trae más bien predominantemente casos donde lo que se verifica es que no se ha constituido la castración en sentido freudiano, que no hay unión del deseo a la ley, que hay férreas uniones de la demanda a una diversidad de reglas, que el goce, aunque reduzca su quantum, permanece insustituible, y que el amor no va más allá de una exaltación ante la presencia de su objeto y una devastación ante su ausencia: frustración.
Necesitamos respuestas concretas, caso por caso, ante eso, para lo que la doctrina es indispensable, justamente, porque aún no están escritas en ella.
La segunda respuesta, de Daniel Peretta, corresponde, me parece, a la línea de responder descifrando enseñanzas de Lacan. ¿Por qué no? Seguramente lo que se prepare en El Caldero tendrá olor a ese desciframiento. ¡Pero no puede ser de ninguna manera su fragancia preponderante! Se trata de respuestas, desde la práctica analítica, vinculadas a esa realidad de nuestro siglo actual que por tercera vez menciono.
Juan Carlos Indart
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