Algunas semanas atrás fui a ver la obra de teatro "La omisión de la familia Coleman", de Claudio Tolcachir. El espectáculo cuenta la historia de una familia que vive "al límite" de su propia disolución, una disolución "evidente pero secreta". Personajes compartiendo una casa que "los contiene y los encierra", y "construyendo espacios personales dentro de los espacios compartidos, cada vez más complejos de conciliar". Viven en una convivencia imposible de soportar, “transitada desde el absurdo devenir de lo cotidiano, donde lo violento se instala como natural y lo patético se ignora por compartido", tal como escribe el autor.
Impacta el desarrollo de las escenas, contenidas en el absurdo de esta familia que va hacia la disolución, empujada por el goce sin medida de cada uno. Los rasgos de perversión, la madre que no puede y no sabe serlo, la abuela con un goce perverso y arrasador que tiene a la hija por objeto, los nietos tomados por el alcohol, la delincuencia, la miseria humana, la esquizofrenia y la desesperación, y la ausencia total de lazos amorosos que armen entre esos personajes algún lazo familiar. Lo que está omitido es el padre, brilla por el peso de su ausencia, y la familia está dislocada. El final es abrumador por su real crudeza, sin velo, sin semblante, sin palabras, sin familia, en la soledad del abandono y la locura.
Sin embrago, hasta aquí, la obra de teatro muestra a cielo abierto, haciendo uso del absurdo y lo grotesco –poniendo en escena el acto mismo de omisión del padre de la familia Coleman- eso que ya sabemos respecto de los efectos de la “omisión” de la función paterna y que nos concierne a todos, en mayor o menor medida, en la época en que vivimos.
El arte del teatro me enseña también que no conviene quedar aspirados por el amor al padre porque esa “aspiración” -ahora en términos de amor al Ideal- nos vuelve inoperantes.
Si algo me ha enseñado el teatro esta vez es que la época produce también sus propios tratamientos del goce y que es bueno hacer el esfuerzo de leerlos dejándose enseñar, porque eso orienta respecto de un tratamiento posible.
Creo que es una enseñanza aplicable a la práctica del psicoanálisis.
Gabriela Camaly
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