martes, 2 de noviembre de 2010

La caída de otro muro [1]


Los mecanismos implacables desplegados para imponer la uniformidad de modos de gozar- con su correlato de borramiento y segregación de las diferencias- han encontrado, en ciertos acontecimientos de la historia reciente, íconos memorables. También sus derrotas se han convertido en emblemas de  policromía racial, religiosa, étnica, de lenguas,  género, sexual.
Más inclinados a reconocer los pensamientos totalitarios en las segregaciones que más nos  incomodan solemos distraernos frente a nuestra mirada sesgada de ciertas diferencias a las  que catalogamos como”naturales o antinaturales” y dejamos para la benevolencia de la diversidad “lo cultural” olvidando que   nuestra condición humana está más cerca de cierta   “naturaleza cultural”que de la naturaleza de  los primates de Darwin.
      Guy Sorman en su obra “Esperando a los Bárbaros, sobre inmigrantes y drogadictos” (1992)  comenta el caso de un magrebí rápidamente condenado a dos años de prisión  por un tribunal de Lyón por fumar cannabis (haschis para los lugareños).Y se pregunta: ¿Por fumar una hierba extranjera o por ser extranjero? ¿Qué atentaba contra el estado? Diríamos lo extranjero, lo otro. El pensamiento mágico contra el racional, la barbarie contra la modernidad; y cita Sorman la gente llama barbarie, escribía Montaigne, a aquello que atenta contra sus costumbres.
Contra sus costumbres y contra sus estándares de felicidad y en este rango se pueden incluir  desde groseros bordes  a sutilezas de toda dimensión y textura. El otro, lo otro: diferentes modos de gozar  que despiertan- en distintas gradaciones y degradaciones- ironías,  miradas burlonas,  bloopers,  ataques encarnizados,  persecuciones e intentos de aniquilamiento
La puja entre conservar y diversificar, transformar y uniformar,  se trasunta en la pelea pulsional que da texto y párrafo a la comedia cotidiana de cada  encuentro,  transformándolas a veces en verdaderas tragedias-¿tan sólo?- por pequeños detalles  que solemos ver en las peleas de aquello que, siguiendo a Maffesoli, llamamos  tribus urbanas. (Por un quítame esas pajas te echan por la  vereda, dice el cantautor catalán.)
Podemos acordar que algunos consensos mundiales se han logrado: un presidente de color   de la primera potencia de occidente,  ecumenismos religiosos, declaraciones contra  delitos de lesa humanidad al  Norte y al  Sur dan cuenta de ello. Pero  también sabemos que subsisten  luchas religiosas,   étnicas y   económicas, desprecios y odios de clase también en los países más “avanzados” ¿o  más maquillados? Sino ¿qué diríamos  de la xenofobia de la pujante y civilizada Europa luego  del reciente Wall-Steeet-crack? El resurgimiento de   fundamentalismos, siempre en ciernes,  advierte que la cuestión está  allí para ser  tenida en cuenta y tramitada. No hay ni logros definitivos ni un universo amable y feliz que  nos espere en el horizonte del desarrollo y el progreso. No hay tal cosa. No es natural, no viene en el sett de los mecanismos automáticos. Ni  la globalización los devoró ni antes éramos mejores.
En su libro “Los anormales” M. Foucault da cuenta de la homologación de hermafroditas y homosexuales a la categoría de monstruosidades de la naturaleza sometidos a castigos y mazmorras de los siglos XVI y XVII por  la casta y pudorosa realeza francesa. ¿Virtudes públicas, vicios privados?
Por su parte la amada baronesa  de “la joven homosexual”, paciente de Freud, era condenada en Viena en los años ‘20, más que por intentar envenenar a su marido, por sus actos de impudicia contra la moral y obligada a declarar cada una de sus relaciones homosexuales con lujo de detalles.
Así que la  feliz coincidencia de la Secretaria de Estado de los EEUU de América, Hillary Clinton entre sorprendida y pícara, retratada en Berlín con el canciller  alemán Guido Westerwelle que presenta a su pareja Michael Mronz,  merece detenernos un momento frente a lo que representan  los personajes involucrados en tan particular retrato, en el XX aniversario de la caída del muro de Berlín. Muro de las etnias y las religiones  que también condenaba a los homosexuales a usar un triángulo invertido rosa en los campos de concentración superpuesto a otro triángulo si, además, era judío.
En estas imágenes fotográficas[2] se dan cita una síntesis de muros jaqueados: de género, razas, credos, preferencias sexuales, culturas, lenguas. Una mujer, blanca, de raíz católica ortodoxa, dedicada a la política, representante de un gobierno presidido por un negro, asiste sorprendida a la  caída de otro muro de la mano de dos elegantes caballeros, blancos, europeos[3]. Todos ellos símbolos  del amo  de occidente.
Coincidencias de las latitudes, en Argentina un juez autorizaba, casi al mismo tiempo, el primer matrimonio gay del hemisferio Sur. Quizás otro dominó irá  volteando sus fichas y abrirá  otras partidas.

Elvira María Dianno



[1] Escrito en Noviembre de 2009
[2] Fotos disponibles en  http://secretaryclinton.wordpress.com/2009/11/08/hillary-clinton-at-freedoms-challenge-dinner/
[3] M.Mronz y G Westernelle se casaron en privado en Septiembre del  2010

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