lunes, 8 de noviembre de 2010

Moderación blog


El hilo que siguió el término “errancia”, partiendo de la referencia del Seminario 21 de Lacan-esencialmente como vagabundear-, se deslizó a nombrar el malestar actual en las diferentes formas de la singularidad.
No parecen perspectivas que se opongan, la 2ª sería un modo de calificar fuertemente a la 1ª en la época actual, donde errancia  pareciera hacer hincapié en un goce no incauto, no suficientemente incauto del saber inconsciente, que no se ajusta a la estructura.
Lacan en la referencia citada indica al menos dos cuestiones que definen incauto, una, que la estructura es discurso, preguntándose si él mismo está ajustado a la estructura del discurso analítico, y otra que hay una versión que liga al engaño, al caer en la trampa, siendo el amor un engaño del orden de lo recíproco. “El amor tapa el agujero, enlaza” decía uno de las contribuciones. Así es que la transferencia, para Lacan aquí,  surge como segunda a la aparición del inconsciente como saber, siendo para el analizante su trabajo el de elaborar ese saber. Amor, saber, descifrado, elaboración, puntos destacados en el dispositivo analítico, porque “ese saber, al fin de cuentas, ¿no es nuestro único patrimonio de saber?”. Pero se dio cuenta en las noches preparatorias y las contribuciones, de casos donde eso no se hace tan posible. La transferencia como “conversación democrática”, a instancias del analista, es una  propuesta para las psicosis ordinarias de la época de la democracia como las calificó Miller en la conversación de Arcachon.
También habría una franja de sujetos que no ubicamos necesariamente en esa serie, y que por la poca disposición a la creencia sin llegar al cinismo, requieren también de esa disponibilidad del analista, quizá  como apuesta a producir el surgimiento del inconsciente como saber que haga posible creer, y, a lo mejor, algo de la transferencia se juegue. ¿Es posible el psicoanálisis, mejor dicho, las operaciones de un psicoanalista sin ella?
Por esa misma errancia se hace posible la fuerza de la instalación de “muros”, como se menciona, muros a la diferencia, muros como rechazo a lo distinto.
Lacan en TV fue preciso al responder a la pregunta de porqué profetizaba el ascenso del fascismo:“En el desvarío de nuestro goce, sólo existe el Otro para situarlo, pero sólo en tanto que estamos separados…Lo que no se podría es abandonar a ese Otro a su modo de goce, sino a condición de no imponerle el nuestro, de no tenerlo por un subdesarrollado”.

Ana Simonetti

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