Fuera del ámbito psicoanalítico, se pone el acento sólo en la instrucción y en la necesidad de que los padres conozcan y limiten las satisfacciones nocivas o “excesos” de sus hijos adolescentes ¡Esto parece imprescindible, pero no es suficiente! Sería necesario además, sin dejar de contar con el encuentro con un psicoanalista, que se construya un lazo con el adolescente que ponga en juego algo de su satisfacción y no solamente de la pura prohibición para lograr que consienta subjetivamente las limitaciones y pueda, así, renunciar efectivamente a los excesos. Para lograr esto sería importante puntualizar la necesidad de hacer emerger en él otro sistema de satisfacción que sea mejor opción que la satisfacción excesiva. Además, de esta manera, se trataría de verificar que el único modo de suprimir o reprimir una satisfacción, es reemplazarla por otra.
Las satisfacciones sustitutivas funcionan para el hijo como el límite natural para dichos excesos al provocar temor a la pérdida, tal cual ya le ocurrió en su encrucijada familiar temprana -la que dio inicio a la edad de la latencia- cuando se vio confrontado a elegir entre la satisfacción del amor incestuoso y la satisfacción del interés narcisista por una importantísima parte de su cuerpo amenazada por la castración[1]. Los padres más obedecidos son los que dieron amor y satisfacción a sus hijos, sin dejar de poner al mismo tiempo un tope a esa misma satisfacción, logrando así ponerlos en posición de tener algo que perder –algo para tener miedo de perder-.
¿No será que cuando los padres se dedican a poner límites y prohibir, y no pasan previamente por esa fase de satisfacción de sus hijos, éstos caen en no tener miedo a nada, por no tener nada que perder, como todos los marginales de la sociedad?
A partir de los Escritos de Lacan[2], se puede decir que la función del padre es la de unir un deseo a la ley, con respecto a la satisfacción, y no la de oponerse a ella, limitarla o prohibirla .En otras palabras, crear en el adolescente una satisfacción con respecto a vivir en la ley tanto o más fuerte, que la satisfacción de vivir fuera de ésta. Vivir en la ley sería poder ubicarse con respecto a cuál es su lugar en el mundo, cómo enfrentar una posición sexuada y qué conducta hacerse frente a las satisfacciones que se permite.
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Con la pluralización de los nombres del padre, existen muchas maneras de poner límite al goce. Dicho goce es a la vez producido e interdicto(o prohibido ) por el lenguaje, esto es por la lengua propia , o por el uso de la palabra y no sólo por la autoridad paterna.
Vale decir que el modo de goce del síntoma es el producto del conflicto entre el goce salvaje y el mismo lenguaje. Esto hace que existan muchas maneras de limitar el goce: entre ellas, el propio síntoma. Por estas razones, no sólo es imprescindible respetar al síntoma sino ayudar a producirlo para poder operar con él psicoanalíticamente.
La función paterna es ayudar a reubicar esa pérdida de goce.
Tomando en cuenta la última enseñanza de Lacan, se puede realizar una analogía entre la función paterna y el analista.
Un padre diagnostica la modalidad de goce del hijo y no lo fuerza a lo peor. Conoce los límites y no solamente pone límites Cada uno tiene un límite, una detumescencia; no dejemos de tener en cuenta que los hombres la tienen pero las mujeres deben aceptarla también. La turgencia equivale a la excitación, (¿también al exceso?) . Incluso puede alcanzar también,“metafóricamente “;al ojo, la mirada , la voz etc.
Ya no se trata entonces sólo del padre freudiano “prohibidor”, sino que podría ser un padre del amor. Un padre que dice que sí al amor no entendido como el amor a lo mismo (amor narcisista), sino amor a lo “otro”. Un amor que le pone nombre y “sintomatiza” al plus de goce como para que se pueda operar con él. .
El analista, tanto como este tipo de padre, pueden converger como buenos operadores con el “plus de goce”
JAMiller nos recuerda que “Lacan esboza, en el capitulo 25 del seminario 10, una nueva figura del padre que sabe que el objeto (a) es irreducible al símbolo. Se trata de un padre que no se dejaría engañar por la metáfora paterna, que no creería que esta puede cumplir una simbolización íntegra y que sabría , por el contrario, remitir el deseo al objeto (a) como su causa…”. .“Anuncia un padre que no sería otro que el analista ..” (3)
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[2] J. Lacan, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” en Escritos
(3) J. A Miller en La Angustia Lacaniana, pág. 112, Paidós.
Roberto Ileyassoff
12 septiembre 2010
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